Por: José Faber Hernández Ortíz, Investigador Relaciones Corporativas Confa Caldas
Después de las graves consecuencias en la salud, son los temas económicos dónde se pueden evidenciar los efectos más adversos de la crisis de la COVID-19. La actividad económica cayó, el empleo se vio seriamente afectado, al igual que los ingresos de los hogares; muchos cayeron en la pobreza.
El periodo más crítico fue el año 2020, cuando los confinamientos eran la receta preferida para enfrentar los brotes de la epidemia. En ese año las empresas dejaron de afiliar casi 8 mil trabajadores a la Caja de compensación familiar de Caldas, Confa, pasando de tener 154 mil trabajadores afiliados, en septiembre de 2019, a tener un poco más de 146 mil, en septiembre de 2020.
Los más afectados con la pérdida del empleo y la afiliación a la Caja fueron los jóvenes que devengaban hasta dos salarios mínimos; los trabajadores hasta 25 años se redujeron en 8%, el doble de los otros grupos de edad, donde la reducción fue en promedio del 4%.
Otro hecho notorio fue que mientras las empresas grandes dejaban de contratar un 9% de trabajadores, las empresas medianas aumentaban su contratación en un 4%; pareciera que su tamaño les hubiera permitido enfrentar mejor este periodo.
Así mismo, se encontró una contracción en el número de empresas afiliadas con residencia en la ciudad de Manizales del 4%, mientras que de fuera del departamento aumentaron en el 1% y en el resto del territorio se redujeron en 1%.
A septiembre de 2020 algunas actividades económicas eran claramente perdedoras: el alojamiento de hoteles tenía la mitad de los trabajadores que un año atrás; la seguridad privada un 40% menos; la educación en primera infancia una tercera parte menos; la construcción una quinta parte menos, al igual que la producción de prendas de vestir. Cómo en todas las crisis algunas actividades ganaron en empleo: las actividades de telecomunicaciones ganaron un 20%; las explotaciones agrícolas un 15%; y las actividades de la práctica médica un 5%.
Un año después, para septiembre de 2021, la recuperación del empleo por parte de las empresas se había conseguido y sobrepasado los niveles iniciales, los trabajadores afiliados a la Caja llegaban a 162 mil, 8 mil más que en 2019. Para marzo de 2022 la buena dinámica del empleo formal continuó y los trabajadores afiliados ascendieron a esta fecha a 166 mil.
Así, para el 2022 el grupo de jóvenes hasta 25 años, que había sido el más afectado por la pérdida de empleo, ya supera en 18% los niveles anteriores a la pandemia. Las empresas grandes también recuperaron con creces la generación de empleo formal que tenían en 2019. Lo que no se ha podido recuperar son las empresas afiliadas con residencia en Manizales; en cambio las empresas con residencia fuera de Caldas son un 24% más numerosas que antes de la pandemia. También, las empresas con residencia en otros municipios del departamento diferentes a Manizales tuvieron un buen comportamiento.
Algunas actividades no alcanzaron a recuperar sus niveles de empleo previos a la pandemia, tales como la educación técnica y de la primera infancia, el alojamiento en hoteles y las actividades de los gremios y asociaciones. Otras actividades continuaron su buen desempeño en la generación de empleo formal que habían tenido durante la crisis, como las actividades agropecuarias, las actividades de la práctica médica, y las actividades de telecomunicaciones que casi duplicaron el número de trabajadores afiliados entre 2019 y 2022.
Para finalizar, tres consideraciones respecto al empleo formal después de la crisis de la COVID-19: la primera, el empleo formal, aunque se resintió durante la peor época de la crisis, tuvo una recuperación bastante buena y sale fortalecido. En segundo lugar, el importante aumento de empresas de fuera de Caldas con trabajadores afiliados que viven en la región, nos habla de la deslocalización del empleo, fenómeno que creció con el trabajo remoto. En el territorio se cuenta con el potencial para qué empresas de otros departamentos o de otros países contraten mano de obra local, pero también tiene el potencial para atraer a los trabajadores nómadas (aquellos que trabajan remotamente y quieren vivir en un lugar con buena calidad de vida).
La última consideración hace referencia a la aceleración en la virtualización de algunas actividades que generó la pandemia. Y esto tiene sus dos caras: por un lado, encontramos actividades que al hacerlo pierden empleo, cómo la educación y quizás las actividades de gremios y asociaciones; de otro lado, están aquellas actividades que generan más empleo gracias al cambio tecnológico que conlleva la virtualización. Aquí encontramos por ejemplo las actividades de telecomunicaciones. ¿Qué hacer con estas actividades, se fortalecen, se redimensionan?
Estas son conversaciones que son necesarias sostener a la luz de las evidencias y aprendizajes qué se han dado luego de una de las peores crisis que hemos vivido en el último siglo y que sin duda nos pueden dar luces sobre los pasos a seguir en la búsqueda de un mayor desarrollo y progreso.