Desigualdad Económica e Instituciones: Pasado y Presente
El economista francés Thomas Piketty, ha logrado vender más de un millón y medio de copias a nivel mundial con su último libro titulado: El Capital del Siglo XXI. El libro de un poco más de 600 páginas abarca el tema de la desigualdad económica en el mundo desde la perspectiva de la transformación del capital en la historia, haciendo uso de estadísticas demográficas, económicas y demás desde la revolución industrial.
El libro gira en torno al concepto del capital desde un panorama muy amplio, englobando el capital privado y el capital público (en donde el capital privado representa más del 90% del capital total de un país, principalmente entre capital inmobiliario y capital de inversiones) y exponiendo la relación capital/ingreso, la cual, representa hoy en día, un factor de siete, es decir, que el capital de una nación actualmente es igual a siete veces del ingreso nacional en un año. Esto significa que si por ejemplo el ingreso promedio de un colombiano es igual a 10.000 dólares al año, su capital total promedio, medido en acciones, dinero en efectivo, patrimonio, propiedades, entre otros seria igual a siete años de ingreso nacional, es decir, 70.000 dólares. Esta relación estuvo en un factor entre seis y siete durante el siglo XVIII hasta principios del siglo XX, donde empezó a disminuir a una relación de dos, específicamente durante el periodo entre guerras, y volvió aumentar aproximadamente a partir de 1950, evolucionado al día de hoy a una relación capital/ingreso igual que en el siglo XVIII.
El comportamiento de esta relación capital/ingreso en la historia deja dos patrones claros: el primero marcado por las primeras décadas del siglo XX (1900 – 1950), caracterizado por las turbulencias económicas, políticas y sociales (primera y segunda guerra mundial, crisis económica de los años treinta, intervencionismo económico, caída de las exportaciones, bajos precios de los activos y un bajo ahorro interno) que llevaron a una disminución de la riqueza en el mundo; y el segundo patrón es que la importancia del capital en el mundo ha aumentado, pero que al día de hoy, alcanza los mismo niveles de hace tres siglos.
Pikkety muestra como la desigualdad económica reside en el hecho de que las tasas de rendimiento del capital (o sea la tasa de rentabilidad del capital en una inversión o bien la ganancia o retribución de dicha inversión presentada en porcentaje) en la historia han sido generalmente mayores que las tasas de crecimiento de la economía de los países y esto ha llevado a un proceso de acumulación de capital cada vez mayor en las economías por parte de un pequeño porcentaje de la población, que de generación en generación (herencia), ha transferido este capital, facilitando la acumulación del mismo.
Esto significa que si por ejemplo la tasa de crecimiento de la economía de un país (generalmente la tasa de crecimiento del PIB) es del 3%, la tasa de rendimiento del capital generalmente en la historia ha sido superior a este valor (5% – 10%), lo que ha ocasionado que los poseedores de capital tengan ganancias por inversión de ese capital mayores que el promedio de personas de la economía de ese mismo país. En otras palabras, significa que en un año un específico grupo poblacional de un país se hace rico más rápido que el resto de la población, lo que aumenta la inequidad en la distribución de los ingresos. Este mismo capital se ha heredado en el tiempo, ha seguido creciendo a un ritmo mayor y finalmente ha profundizado aun más la desigualdad económica. Por esta razón, el autor propone la instauración de unos impuestos progresivos al capital y un impuesto mundial a la riqueza, que permitan de cierta manera contrarrestar este proceso inequitativo del capital. Estos impuestos, gravando lo grandes capitales y direccionado estos fondos a inversiones económicas y sociales, son una vía de redistribución del ingreso más eficiente en el sistema.
Ahora bien, según Pikkety, un factor clave en la reducción de la desigualdad económica, teniendo en cuenta la experiencia de las economías asiáticas y con bases estadísticas, es la transmisión de capacidades en el sistema económico, es decir, por medio de la educación. Para el francés, es una variable que determinó el desarrollo económico y social de países como Corea del Sur, Japón y Singapur e influyó directamente en la redistribución de los ingresos.
Finalmente el economista da señales de que el crecimiento económico mundial ha entrado en una tendencia decreciente y se proyecta que esta tendencia se mantenga para los próximos cincuenta años. Esta tendencia, afirma el autor, podría revertirse con intensos procesos de innovación productiva en las economías.
La reflexión más importante que deja este libro es la importancia de las instituciones en el proceso de crecimiento y desarrollo económico de los países. “Sin duda, el crecimiento económico es por sí mismo incapaz de satisfacer esa esperanza democrática y meritocrática, que debe fundarse en instituciones especificas para este propósito y no solo en las fuerzas del progreso técnico y del mercado” (Pikkety, 2014, p. 113). Las instituciones cumplen un rol fundamental en el sistema y son agentes que garantizan un eficiente desempeño de las economías en los países, principalmente, en los procesos de desarrollo económico y distribución de la riqueza.
Manizales y Caldas no deben dejar pasar por alto las reflexiones de este libro y, por el contrario, es primordial que estas hagan eco en el territorio. Las instituciones locales, tanto públicas como privadas, a través de la ejecución de proyectos y programas fomentan el crecimiento de diversos sectores en la economía, impulsan la generación de empleo, mejoran la distribución de los ingresos y aumentan la calidad de vida de las personas. Por este motivo es que las instituciones tienen una importancia significativa en la economía y son generadoras constantes de desarrollo económico y social en la ciudad.
Cámara de Comercio de Manizales por Caldas Área de Investigaciones Socioeconómicas