Por: Mariana Villegas Gómez, Gerente Línea de Consultoría CVC
“El principal objetivo de una empresa es obtener el máximo beneficio para sus accionistas”. Cada vez que leo esa frase siento una incoherencia con respecto al propósito de los empresarios actuales, que es lograr que nuestras empresas sean cada vez más sostenibles y generen valor para todos sus grupos de interés.
En las empresas no solo invertimos los accionistas. Nuestro equipo de trabajo invierte su tiempo, sus ideas y su compromiso; nuestra familia invierte su apoyo incondicional y la mejor disposición para respaldarnos mientras trabajamos; nuestros clientes y proveedores invierten su confianza con la certeza de recibir lo mejor de nosotros; las entidades de soporte invierten recursos y talento en beneficio del ecosistema; y las regiones y el país invierten para crear un ambiente favorable, propicio para los negocios. De manera que el objetivo de nuestras empresas es —y debería ser siempre— maximizar el valor que agregamos a todos estos actores, verdaderos inversionistas, mediante mayores beneficios: mayor disponibilidad, mayor satisfacción, mayor compromiso, mejores salarios, mejores soluciones en nuestros productos y servicios, así como la contribución eficiente para disminuir los índices de pobreza y aumentar el crecimiento económico y los empleos formales de calidad.
Una forma coherente y posible de ser empresas sostenibles es ser empresas sofisticadas. La sofisticación depende de su capacidad para generar productos y servicios con un valor agregado mayor, y es un término que se ha posicionado con fuerza en los entornos empresariales recientes. El camino hacia la sofisticación implica mayores inversiones por parte de cada uno de los actores; sin embargo, en esencia, requiere una mentalidad empresarial orientada a los mercados globales y a la tecnología entendida no solo como el uso de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones TIC, sino como la aplicación de conocimientos y técnicas para la resolución de problemas.
Desde 2021 tengo el orgullo y la enorme responsabilidad de representar a los emprendedores caldenses en el equipo del MIT REAP, un programa diseñado para acelerar el desarrollo del emprendimiento en las regiones. Nuestro propósito es llevar el ecosistema del emprendimiento en Caldas al siguiente nivel. Nuestro mayor impulso, en esa búsqueda de la sofisticación y del crecimiento exponencial de las empresas locales, procede de la innovación. Durante este camino he descubierto fortalezas y capacidades notables que hablan muy bien de la calidad de nuestros empresarios, de las entidades de soporte que nos acompañan, de la cultura para los negocios que fomentamos en Caldas y, para completar el espectro, de las fuertes capacidades de innovación derivadas de la academia gracias al conocimiento y disposición de las universidades ubicadas en el territorio y sus estudiantes.
Es momento de conectar esas capacidades, de dar a conocer nuestros retos en materia de sofisticación y hacer lo mejor que sabemos hacer en esta región: trabajar juntos, con reciprocidad y confianza, para sumar esfuerzos y generar entre todos un mayor impacto.
Mi invitación es que nos conectemos y nos apropiemos de las nuevas tecnologías, sin importar el ecosistema del mundo en el que se encuentren y que las usemos para resolver problemas más complejos, con impacto global, que garanticen el máximo beneficio para cada uno de los inversionistas y actores en el territorio. El desafío es cambiar desde nuestros emprendimientos y empresas para seguir transformando la realidad con la proyección de ser cada vez más sofisticados y sostenibles.